Una larga cola de gente se extendía a lo largo de la calle Toledo de Madrid en lo que vendría a ser la confirmación del ya anunciado sold out que se proclamaba desde la sala Shoko. En la música no existen las casualidades y los que formaba la irregular línea que rompía con los transeúntes que subían y bajaban La Latina sabían que lo que iba a tener lugar en aquellas paredes bien valía la pena. Kiasmos, la dupla mágica formada por Ólafur Arnalds y Janus Rasmussen, aterrizaba en la ciudad por primera vez en su corta trayectoria dentro del 981 Heritage de SON Estrella Galicia en una noche de brillante alquimia musical.

Apenas ha pasado un año de “Kiasmos” (Erased Tapes, 2014), un debut con el que el dúo puso sobre la mesa ocho temas que calan hasta los huesos, canciones en las que los ritmos penetran y se adosan a los sentidos. Electrónica contemporánea, fría, ambiental y tremendamente bella bañada por puntos de música clásica, pianos que rompen la rigidez en una sonoridad que llegaba a su fecha en Madrid ya con leyenda de la experiencia que supone vivir un directo de la sociedad formada por el islandés y el feroés.

Concierto de Kiasmos en Shoko

Antes de hacer su aparición en la sala y escenificar esa espontánea leyenda, el responsable de poner los primeros ritmos de la noche era Nicola Cruz. El ecuatoriano llegaba a Madrid para hacer patente que la electrónica y la creatividad sudamericana se han dado la mano en un movimiento efervescente y tremendamente interesante. Cruz, que ya llevaba prometiendo desde hace un tiempo, ofreció en Shoko una pincelada de la maravilla que ha conseguido uniendo experimentación y tradición: folclore andino adictivo y bailable que presentó en directo de la mano de su LP debut, “Prender el alma” (ZZK Records, 2015).

En el escenario, una pantalla fundida a negro en la que se dibujan unas nubes de tonos dorados que revolotean machaconamente a velocidad inusual. Estamos encima de ellas, sobrevolándolas como una lanzadera. Kiasmos en el escenario mostraban desde los primeros instantes que su música es de altura y que en directo alcanza las cotas de aquel salto estratosférico de Felix Baumgartner. Por si las canciones de su LP no eran suficientes y con la férrea demostración por medio de que Kiasmos no va para anécdota, Arnalds agarró el micrófono al terminar el primer corte de la noche para avisar lo que venía. Nueva música. Días atrás habían filtrado nuevas composiciones, recogidas en un EP de tres temas titulado “Swept” (Erased Tapes, 2015) que saldrá el 20 de noviembre y que se encargaron de engalanar en directo para la audiencia madrileña.

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“Gracias por bailar con nosotros”, agradecía exhausto Ólafur Arnalds en un momento de la noche e introduciéndose dentro del resultado de la suma. Tanto él -especialmente- como Janus Rasmussen no son de los que permanecen impasibles sobre las tablas ajenos a lo que se está moviendo bajo sus pies. Efusivos, hiperactivos, gastando suela y aleteando las manos como azafatas de vuelo con prisa. Bailaban y se agitaban como si no pudieran evitarlo, como si con la música que han creado fuese imposible no hacerlo. Igual que el escritor que relee su obra y se sorprende al encontrar genialidad en las frases o el agricultor que saborea su producto, Kiasmos parecían disfrutar con lo que estaban haciendo y con lo que hicieron en 2014 con un álbum que ayer dejó una huella profunda y radicalmente bella en Madrid.